Punto de referencia obligado de la vida ciudadana es la IGLESIA DE LA COMPAÑÍA, llamada así por haber sido erigida por la Orden jesuítica a finales del siglo XVI. Como tal, sigue el modelo de la iglesia de Jesús de Roma, con una planta de cruz latina de una sola nave a la que va adosada a ambos lados una serie de capillas conectadas entre si, con altares de los siglos XVII y XVIII en los que destaca un Cristo Crucificado de la escuela de Valmaseda. La disposición interior y la fachada exterior están definidas por una sobria geometría clasicista. La cubierta, tanto en la bóveda de cañón de la nave como en la cúpula rebajada del crucero, está decorada con lunetos. El retablo mayor fue realizado a mediados del siglo XVIII por Pedro Bahamonde para acoger las figuras de San Lorenzo y de varios santos jesuitas. Desde 1768, es aquí donde se guarda la imagen de la Virgen de la Calle, patrona de la ciudad y objeto de su veneración, una vez que fue trasladada desde la iglesia de San Bernardo. Se trata de una pequeña talla sobre una peana y andas sostenidas por cuatro ángeles, del siglo XVII, colocada en el tabernáculo central. Se la conoce popularmente como la Morenilla porque, según la tradición, fue tomada por un panadero como un madero más con e/que encender su horno. Su resistencia a permanecer en e/fuego causó irritación al panadero, que la arrojó a la calle -de aquí su nombre- por inútil. Cuando fue consciente del prodigio, prometió que se le rendiría culto en un templo, y el color oscuro de su repetido paso por el fuego recuerda el amor con el que se debe realizar cualquier trabajo, porque en él siempre puede manifestarse lo sagrado.