Álamo nos trasmite sus exploraciones sobre el proceso de creación artística con detalles como los de las hojas otoñales con tonos de un amarillo vital. Y los árboles de Cervatos que se alejan del estilo figurativo. El mundo vegetal va aquí del menos al más. De lo claro a lo oscuro. Son, en el fondo, tonos transparentes que se funden. La corteza de los árboles no termina de manera brusca. Se proyectan a la atmósfera. Las estaciones, el reloj del año, continúan su orden tras los paisajes nevados y azules, desérticos, donde emerge algún palomar desmochado.

Más que adquirir destreza con los pinceles hay que aprender a mirar. Aparece Rioseco con los viejos portones de su antigua fortaleza. O las macizas maderas que guardan los corralones. Son detalles aumentados de otros paisajes que, a otra escala, hay que descubrir en los cuadros de la exposición.

El artista no capta sólo las imágenes, sino lo imaginario. Es precisamente lo que subyace en trabajos como los de los islotes. Insulas mediterráneas propias de la Odisea adivinadas a vista de pájaro, donde el cielo es amarillo y el mar tiene el azul de la calma engañosa. Se trata esta de una acuarela que quizás de forma inconsciente busque el contraste con otras marinas. ¿Por qué a todos los palentinos les gusta mirar al mar Cantábrico? Aparecen aquí costas desvaídas que sólo existen en la mente del artista. Seguramente son ecos y recuerdos infantiles.

Antonio Álamo trabaja los cuadernos de viaje. Se trata de notas o anotaciones muy elaboradas que no tardan en convertirse en útiles instrumentos para la hechura de obras más complejas. Quizás por eso aparecen algunos palomares que, además de espléndidas acuarelas, son verdaderos estudios de arquitectura popular. Exhaustivos en detalles que explican a las claras de qué forma la ruina y el paso del tiempo interviene en el resultado artístico final. Por lo demás flota en toda la exposición una delicadeza muy sugestiva. Existe una gran armonía entre lo que dibuja Antonio y lo dibujado. Son paisajes familiares incluso para quienes no hayan viajado por la ruta de las estrellas, desde Villoldo a Villasirga o a Frómista.

Es posible que como dijera Woldemar Geidlitz al observar estas acuarelas "se despierte en nosotros el interés por el conocimiento del artista". Álamo nos hace una invitación a entrar en su universo, en sus paisajes de juventud. Pero incluso, en los inventados puede apreciarse que no están hechos con el humo de los sueños, sino que son tan reales y poderosos como el Curavacas que aparece a lo lejos envuelto en brumas.

Y de lo lejano a lo cercano. Al detalle con la única motivación de la curiosidad, de tomar nota de las ruinas. No por denuncia sino porque están ahí. Existe una cierta predilección muy estudiada por los tonos relajantes y suaves. El verde, el azul claro... que invitan a la cálida cercanía. Por todo ello estas acuarelas son unos magníficos estudios de una atmósfera geográfica muy concreta y familiar. Sólo así es posible reflejar el sosiego indescriptible de las tardes en Tierra de Campos. Sensaciones que capta el corazón, desde luego, pero sobre todo el dominio de la técnica y de una comunión directa con el paisaje.

CARLOS BLANCO

Subdirector de El Día de Valladolid

EXPOSICIÓN (31/01/2001 - 17/02/2001)

• 1 - Villamuera de la Cueza
• 2 - Vilialumbroso
• 3 - Villarmenteros
• 4 - Lomas
• 5 - Villacreces
• 6 - Villacreces (casa de las águilas)
• 7 - Villacreces (calle)
• 8 - Villacreces
• 9 - Surcos
• 10 - Islotes
• 11 - Abastas

• 12 - Vilialumbroso
• 13 - Puerta sobre ladrillos (Becerril)
• 14 - Medina de Rioseco
• 15 - Tiedra
• 16 - Marina
• 17 - Curavacas
• 18 -Árboles (Cervatos)
• 19 - Playa
• 20 - Campos
• 21 - Puerta de Villacreces
• 22 - Hojas

• 23 - Palomar nevado
• 24 - Riberos de la Cueza
• 25 - Tiedra
• 26 - Árbol
• 27 - Vilialcázar de Sirga
• 28 - Árbol
• 29 - Villalcázar de Sirga (col. priv.)
• 30 -Árboles y nieve (col. priv.)
• 31- Sin título
• 32 -Sin título