Nuestras
raíces
Ocurre,
como decimos, que muchas raíces y palabras vivas en la lengua
vasca actual están incluidas en nombres de lugar repartidos
por toda la península y Sur de Francia. Nombres de predios,
heredades y accidentes del terreno que resultan incomprensibles para
los actuales hablantes castellanos y franceses, tienen sentido claro
para los hablantes del vascuence.
Por
eso, a través de raíces y palabras vascas tendremos una
pista que juzgamos imprescindible para llegar a la verdadera o más
verosímil interpretación de nuestros topónimos.
Y podremos, al menos, vislumbrar realidades y significados de esos
nombres, hoy más o menos trasformados.
Nuestra
base de estudio, para esta primera parte, no son los documentos. La
comparación y confrontación de las raíces y
formas de las palabras que se han conservado oralmente son la base de
nuestros comentarios. Pensamos que la permanencia de esas formas
antiguas es más valiosa que muchos documentos, auténticos
en si mismos, pero quizá erróneos en cuanto a la
inicial trascripción de los nombres que contienen.
Y
esto porque muchos de esos nombres o inscripciones antiguos fueron
tomados al oído del habla original de los nativos y trascritos
por extranjeros o invasores. En muchas ocasiones se adaptaron o
falsearon por escribanos o escritores que desconocían la
lengua original del topónimo y, en no pocos casos, hasta los
lugares que nombran en los libros o documentos que han llegado hasta
nosotros. Por otra parte, posteriormente, nuevos invasores, como los
árabes, readaptaron estos nombres a su lengua. Por eso, sin
olvidar los documentos escritos, intentaremos aproximarnos a la forma
original de los topónimos a partir de raíces o palabras
vivas en la lengua oral que todavía subsisten en los euskeras
actuales.
Pero
conviene hacer notar que las raíces que aquí
presentamos no son estrictamente vascas, sino ibéricas. Es
decir, que desde siempre han estado en nuestra península y en
nuestros nombres, sin que sean aportes del euskera ni de una
pretendida extensión peninsular de la lengua vasca.
Simplemente las interpretamos con ayuda de los dialectos actuales del
vascuence al que creemos emparentado con las antiguas lenguas
ibéricas, pero sin darles necesariamente orígenes
vascos.
Y,
de todos modos, pensamos que antes que buscar voces existentes en
otros países de Europa, en remotos lugares o en lenguas
lejanas para interpretar nuestros nombres, será bueno ahondar
en el amplísimo caudal de voces y raíces existentes en
una lengua española: el vascuence. Muchos “expertos”
hablan de raíces foráneas (celtas, ligures...), cuando
no conocen bien los euskeras, las lenguas vivas más
primitivas, no sólo de España, sino de Europa. Nosotros
creemos que los euskeras pueden dar razón de muchas raíces
y significados y sugerir relaciones entre las lenguas preindoeuropeas
y las hispánicas primitivas.
No
desconocemos la oposición a este modo de estudio y a estas
hipótesis. Pero rechazar estas posibilidades a priori,
¿no será una actitud mucho más errónea
que el aceptar estudiar las posibles interpretaciones resultantes,
aunque luego se demuestren equivocadas? Los argumentos son lo que
vale y no las ideas preconcebidas. Porque investigar el origen y el
significado de un topónimo es mucho más que buscar
coincidencias en diccionarios de céltico, vocablos ligures o
de otras lenguas o repetir opiniones de famosos autores que,
seguramente ellos mismos hubieran corregido hoy día, de estar
vivos.
Dejemos,
pues, descansar a D’Arbois de Jubainville, Holder, Pokorny y a
otros eminentes celtófilos y miremos primero en nuestra casa
antes de buscar explicaciones lejanas.
Tenemos
suficientes datos para estudiar partiendo de nuestros nombres
ibéricos. ¿O tendrán que venir ilustres
investigadores extranjeros como Von Humbolt, Hübner, Schuchardt,
y otros más modernos, a explicar nuestros nombres o a enunciar
teorías que nosotros no hemos sido capaces de formular?